Katinka Simonse es una holandesa en la treintena, de rasgos
dulces, voz melodiosa, y que usualmente viste de rosa, color que invita a la
ternura.
Conocida como Tinkebell en el mundo del arte, ha sido blanco
de incendiarias críticas, particularmente, a raíz de su obra “Mi queridísimo gato
Pinkeltje”(2004), título con el que da nombre a un bolso confeccionado con la
piel de su difunto gato. Llegó incluso a dar instrucciones de cómo realizarlo, manifestando
como lo había matado rompiéndole el cuello, para más adelante despellejarlo, y posteriormente, cómo lo había transformado en un objeto portable que podría llevar cuando
saliese a la calle.
En el 2012, añadió que su gato estaba enfermo y que le parecía
que era lo mejor que se podía hacer con él (Al principio había alegado que su
gato se sentía deprimido y solo, y que al convertirlo en un complemento podría
estar con ella).
A la mencionada obra le han seguido otras tantas, que al
igual, parten de un animal liquidado para tal propósito, con la meta de dar lugar
a “juguetes” hibridados con partes de perros, gatos, conejos…
Se escuda de aquellos que la tildan de cruel, declarando que
ella es una amante de los animales, que mediante sus trabajos realiza una
crítica de la mercantilización de las mascotas en Holanda, de cómo se buscan
razas puras y bellas, de cómo el animal es visto, a la par, como miembro de la
familia y como cosa. Los niños tratan a los perros y a los gatos como juguetes,
ella les da un juguete hecho con materia real, al que no es necesario cuidar ni
alimentar. Se reduce a algo con lo que jugar.
Ahora bien, si tenemos en cuenta sus intenciones y los
efectos que produce su obra, podría decirse que el éxito del mensaje que ha pretendido
transmitir ha resultado prácticamente nulo. La gente no ha prestado atención al
contenido de su obra, si no a la forma, a la barbarie que reflejan sus
creaciones, lo grotesco de sus producciones, la inhumanidad de la que hace
gala. Escandaliza, su bandeja de correo se llena de hate-emails…y el supuesto
objetivo que da sentido a esas monstruosas creaciones queda relegado a un
segundo plano.
Ella misma reconoce que el problema reside en un choque de
mentalidades, la sociedad tiene una “norma” forjada cultural y socialmente a lo
largo de los años, que define lo que es ético o lo que es brutal, condenable. La
adorable Katinka sigue otras pautas, le entran ganas de vomitar al ver a
alguien comer una hamburguesa en el McDonald´s e imaginarse el proceso por el
que ha pasado ese animal antes de ser comida triturada.
Con un noble fin en mente, esta joven neerlandesa, sin
miramientos, termina directa o indirectamente con la vida de animales para
producir arte y crítica. Las galerías exponen sus obras, da conferencias, y
ningún organismo con poder censura sus trabajos.
En el mundo del arte operan leyes diferentes de las que
funcionan en otros ámbitos. Tinkebell al barnizar su producción con una
finalidad artística, logra una consideración diferente de la que tendría una
persona que no relacionase esa misma actividad con el Arte. Si ese fuera el
caso, no serían tan permisivos con ella, y sería una mera sádica que,
desprendida de su sensibilidad, puede sonreír con candor mientras fusiona un coche teledirigido y un perro.
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