La segunda suspensión, esta vez sí
como prohibición, fue en X’Teresa, Centro de Arte Alternativo. Nos censuraron unos minutos antes, porque íbamos a hace explotar perros con dinamita y a
patearlos y a violarlos… pero eran perros ya muertos –─ mejor dicho, perras,
tenían las tetas hinchadas y el culo reventado ── y claro había tantas “mujeres
de la cultura” allí que se sintieron aludidas. Pero de eso se trataba. El
título de la obra era Máquinas Célibes.
[…] Y la idea ──porque tuvimos que explicar mil veces la idea ──, era
revalorizar la violencia natural del ser humano contra la violencia
institucionalizada, evidenciar eso de que tienes derecho a ser sometido pero no
a golpear… […] Nuestro objetivo era emplazar la violencia de la clonación
frente a las dinámicas violentas de la
sexualidad. No lo hicimos, pero hubo tanta prensa que nos insultaron tanto. Fue
la performace perfecta.
Sánchez, O.,
“SEMEFO: la vida del cadáver.Entrevista”
Revista de Occidente, nº 201, 1998, pp.131 - 139
Violencia sobre violencia; es normal que esta yuxtaposición, como señala el colectivo de artistas SEMEFO, haya sido “la performance perfecta”, pues sin si quiera llevarla a cabo, parece efectiva. Y digo parece porque, a pesar de que la provocación esté servida, la espectacularización de la violencia resulta atractivamente peligrosa. Aquí huele un tanto a muerto.
SEMEFO (“Servicio Médico Forense”) es un proyecto colectivo de artistas activistas de los años noventa (Arturo Angulo Gallardo, Juan Luis García Zavaleta, Teresa Margolles y Carlos López) que encontraron en los desollamientos de animales y prendas de la morgue (casi a modo de santo sudario) un lenguaje acorde a la realidad contemporánea. No se trata de un discurso sobre la violencia o muerte, como parece y usualmente se confunde, sino que versa sobre el cadáver. Sin embargo, el cese de su actividad en 1999, tras nueve años, evidencia el fracaso de este colectivo.
El problema de su trabajo tal vez se inscriba en ese intento de asemejarse a la violenta realidad por medio de la utilización de la propia realidad, usualmente, a través de actuaciones performáticas; es la yuxtaposición de la que hablaba antes. Podríamos incluso hablar de alegoría: los perros de SEMEFO son una alegoría de la violencia actual y, por tanto, se crea otro nuevo significado en un tercer orden. Y es aquí, en este tercer orden, donde se sitúa esa espectacularización, (inherente a la performance, por otro lado) la que hace todo lo demás. Por tanto, la brutalidad de sus actuaciones no es tanto el problema, si no el cómo las llevan a cabo; es decir, éstas tienden más hacia una confluencia de una realidad sobresaturada, haciendo que, irremediablemente se convierta en espectáculo. Como diría Virilio,“el espectáculo de la abyección es constante”. Y, por tanto, el vínculo realidad-espectáculo se invierte: si de la realidad debiera surgir el espectáculo, SEMEFO hace del espectáculo la realidad, como bien señala Domingo Hernández Sánchez en “La comedia de lo sublime”.
Pero parece obvio que sin espectáculo, no hay provocación; y sin provocación, no hay reacción. En la entrada de “¿Animalada o Concepto?” me dedique a aclarar el caso de Vitor Maziel y su obra perruna en cuanto a su coherencia interna, descuidando el evidente carácter reaccionario. Más que descuidando, fue llevado hacia otro punto de vista, en una especie de defensiva justificación. Por ello, tal vez lo más indicado ahora sea visionar la problemática de lo abyecto en cuanto a lo políticamente incorrecto.
En el caso de SEMEFO, existe una pretensión política que en Vitor Mizael no se halla presente, aunque sí es verdad que ha causado polémica ── buscada o no, es discutible. Con Máquinas Célibes, es evidente (y ellos mismos lo señalan) que es algo que se busca. Y se consigue. La performance, como leemos más arriba, ha sido más que suspendida; ha sido prohibida, y todo por considerarse como “políticamente incorrecto, término que describe aquello que podría causar ofensa o ser rechazado por la ortodoxia política o cultural de un determinado grupo”. Sin duda, la sobredimensión de la realidad es, por tanto, una forma de decirle al mundo lo sumamente corrupto que es, y este, ofendido al referirse a él con tanto exceso, decide silenciarlo. Pero es este silencio el que más ruido provoca; al eludido se le llega a ver las orejas de lobo, evidenciándose a sí mismo. Y no es el único caso.
Portando la medalla de lo políticamente incorrecto, pero con otro discurso, Sensation (1997) causo eso, sensación. La inauguración de esta exposición en la Royal Academy de Londres en 1997, generó el fenómenoYoung British Artists, una nueva forma escándalo y marqueting a la batuta del magnate publicitario Charles Saatchi. La unión arte y marqueting, obviamente, dispone un discurso pop; aunque un pop ya agotado. Entre todo el maremoto de obras, sin duda, la más controvertida fue aquella que presentaba a la famosa asesina del pantano, Myra Hindley, que, al modo warholiano pero sin la repetición (para eso estaban los medios de comunicación) inoculaba una celebridad actual popular. Sus dimensiones ayudaron a que la imagen se grabase en la retina, aún hasta hoy, mientras que todas esas pequeñas huellas de manos infantiles reproducen los rasgos de su posible infanticida. Resulta que los medios de comunicación pueden hacer uso de la imagen hasta la saciedad, casi morbosamente con la excusa de informar mientras que el poder de una imagen, en el arte, todavía sigue evocando una inexorable sensación de que debería seguir ajeno, sin inmiscuirse en lo político.
Revista de Occidente, nº 201, 1998, pp.131 - 139
Violencia sobre violencia; es normal que esta yuxtaposición, como señala el colectivo de artistas SEMEFO, haya sido “la performance perfecta”, pues sin si quiera llevarla a cabo, parece efectiva. Y digo parece porque, a pesar de que la provocación esté servida, la espectacularización de la violencia resulta atractivamente peligrosa. Aquí huele un tanto a muerto.
SEMEFO (“Servicio Médico Forense”) es un proyecto colectivo de artistas activistas de los años noventa (Arturo Angulo Gallardo, Juan Luis García Zavaleta, Teresa Margolles y Carlos López) que encontraron en los desollamientos de animales y prendas de la morgue (casi a modo de santo sudario) un lenguaje acorde a la realidad contemporánea. No se trata de un discurso sobre la violencia o muerte, como parece y usualmente se confunde, sino que versa sobre el cadáver. Sin embargo, el cese de su actividad en 1999, tras nueve años, evidencia el fracaso de este colectivo.
El problema de su trabajo tal vez se inscriba en ese intento de asemejarse a la violenta realidad por medio de la utilización de la propia realidad, usualmente, a través de actuaciones performáticas; es la yuxtaposición de la que hablaba antes. Podríamos incluso hablar de alegoría: los perros de SEMEFO son una alegoría de la violencia actual y, por tanto, se crea otro nuevo significado en un tercer orden. Y es aquí, en este tercer orden, donde se sitúa esa espectacularización, (inherente a la performance, por otro lado) la que hace todo lo demás. Por tanto, la brutalidad de sus actuaciones no es tanto el problema, si no el cómo las llevan a cabo; es decir, éstas tienden más hacia una confluencia de una realidad sobresaturada, haciendo que, irremediablemente se convierta en espectáculo. Como diría Virilio,“el espectáculo de la abyección es constante”. Y, por tanto, el vínculo realidad-espectáculo se invierte: si de la realidad debiera surgir el espectáculo, SEMEFO hace del espectáculo la realidad, como bien señala Domingo Hernández Sánchez en “La comedia de lo sublime”.
Pero parece obvio que sin espectáculo, no hay provocación; y sin provocación, no hay reacción. En la entrada de “¿Animalada o Concepto?” me dedique a aclarar el caso de Vitor Maziel y su obra perruna en cuanto a su coherencia interna, descuidando el evidente carácter reaccionario. Más que descuidando, fue llevado hacia otro punto de vista, en una especie de defensiva justificación. Por ello, tal vez lo más indicado ahora sea visionar la problemática de lo abyecto en cuanto a lo políticamente incorrecto.
En el caso de SEMEFO, existe una pretensión política que en Vitor Mizael no se halla presente, aunque sí es verdad que ha causado polémica ── buscada o no, es discutible. Con Máquinas Célibes, es evidente (y ellos mismos lo señalan) que es algo que se busca. Y se consigue. La performance, como leemos más arriba, ha sido más que suspendida; ha sido prohibida, y todo por considerarse como “políticamente incorrecto, término que describe aquello que podría causar ofensa o ser rechazado por la ortodoxia política o cultural de un determinado grupo”. Sin duda, la sobredimensión de la realidad es, por tanto, una forma de decirle al mundo lo sumamente corrupto que es, y este, ofendido al referirse a él con tanto exceso, decide silenciarlo. Pero es este silencio el que más ruido provoca; al eludido se le llega a ver las orejas de lobo, evidenciándose a sí mismo. Y no es el único caso.
Portando la medalla de lo políticamente incorrecto, pero con otro discurso, Sensation (1997) causo eso, sensación. La inauguración de esta exposición en la Royal Academy de Londres en 1997, generó el fenómenoYoung British Artists, una nueva forma escándalo y marqueting a la batuta del magnate publicitario Charles Saatchi. La unión arte y marqueting, obviamente, dispone un discurso pop; aunque un pop ya agotado. Entre todo el maremoto de obras, sin duda, la más controvertida fue aquella que presentaba a la famosa asesina del pantano, Myra Hindley, que, al modo warholiano pero sin la repetición (para eso estaban los medios de comunicación) inoculaba una celebridad actual popular. Sus dimensiones ayudaron a que la imagen se grabase en la retina, aún hasta hoy, mientras que todas esas pequeñas huellas de manos infantiles reproducen los rasgos de su posible infanticida. Resulta que los medios de comunicación pueden hacer uso de la imagen hasta la saciedad, casi morbosamente con la excusa de informar mientras que el poder de una imagen, en el arte, todavía sigue evocando una inexorable sensación de que debería seguir ajeno, sin inmiscuirse en lo político.
Aquí algunos videos de SEMEFO; el primero se trata de la
performance El canto del Chivo (1993)
y el segundo documenta el proceso de Lavatio
corporis (1994):
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